Ilusionados por ver a los
amigos y por contar todo lo que han vivido estos días. Han sido muchas
emociones juntas. Pero después de este tiempo distinto todos necesitamos volver
a aquello que llamamos normalidad.
Pero la vuelta al cole
para muchos niños y niñas de altas capacidades es mucho más que esto. Es el
volverse a encontrar en una realidad encorsetada que hace que no se sientan
bien. Vuelve el repetir lo ya aprendido, el esperar que todos aprendan, el no
poder hacer todas las preguntas que quisieran, el hacer las cosas de una manera
determinada sin salirse del guión… vuelven las miradas hostiles o burlonas, el
tu no eras tan listo… y no sabes hacer esto o presentas esto con esta birria de
letra… o el “no eres el primero de acabar”… el “te tengo que bajar la nota por
la actitud, o por tu forma de trabajar”… Qué paciencia… A menudo encuentran muchísima
incomprensión disfrazada de ya estamos haciendo cosas…
Sí, es primer día de
clase, tenemos un intenso trimestre por delante. Ahora ya nos conocemos todos,
sabemos las reglas de juego, la adaptación ya está hecha… ahora deberíamos
llevar velocidad de crucero, pero no. Muchos sufren el arrancar y parar
constantemente. Y el famoso “no lo veo”.
Me gusta la música pero
hay matices que no sé distinguir. El técnico gradúa graves y agudos, equilibra
los altavoces… yo no oigo variación alguna y él me dice… ¿no lo notas? No, no
lo noto. No tengo ni la formación ni el oído innato.
Muchas veces me encuentro
con docentes que no tienen ni formación ni oído pero, en lugar de buscar su
formación y trabajar su oído y su mirada, dicen que la realidad no existe.
Hoy en el primer post del
año me gustaría hacer una profunda reflexión sobre cuál es la función de los
docentes. La formación es imprescindible. Pero no son sólo conocimientos… esta
formación nos tiene que llevar a una mirada nueva, a una nueva manera de
trabajar, que pueda atender las necesidades de los niños y niñas de altas
capacidades.
La función de los padres
les lleva a estar ahí, acompañar, escuchar, querer… ayudarles a poner palabras
a lo que sienten y ayudarles a encajar la disciplina de trabajo necesaria para
avanzar.
Padres y maestros tienen
una función complementaria, juegan en el mismo equipo… no en el equipo
contrario. Juegan en el mismo equipo que
el niño o la niña. La misión de los adultos es ayudar a que los pequeños
lleguen a su punto óptimo. Para ello es imprescindible escucharles.
Padres y Maestros podemos
ayudar para que este trimestre sea un buen trimestre… Amén (que así sea).