martes, 12 de enero de 2016

La vuelta al cole...



Ilusionados por ver a los amigos y por contar todo lo que han vivido estos días. Han sido muchas emociones juntas. Pero después de este tiempo distinto todos necesitamos volver a aquello que llamamos normalidad.

Pero la vuelta al cole para muchos niños y niñas de altas capacidades es mucho más que esto. Es el volverse a encontrar en una realidad encorsetada que hace que no se sientan bien. Vuelve el repetir lo ya aprendido, el esperar que todos aprendan, el no poder hacer todas las preguntas que quisieran, el hacer las cosas de una manera determinada sin salirse del guión… vuelven las miradas hostiles o burlonas, el tu no eras tan listo… y no sabes hacer esto o presentas esto con esta birria de letra… o el “no eres el primero de acabar”… el “te tengo que bajar la nota por la actitud, o por tu forma de trabajar”… Qué paciencia… A menudo encuentran muchísima incomprensión disfrazada de ya estamos haciendo cosas…

Sí, es primer día de clase, tenemos un intenso trimestre por delante. Ahora ya nos conocemos todos, sabemos las reglas de juego, la adaptación ya está hecha… ahora deberíamos llevar velocidad de crucero, pero no. Muchos sufren el arrancar y parar constantemente. Y el famoso “no lo veo”.

Me gusta la música pero hay matices que no sé distinguir. El técnico gradúa graves y agudos, equilibra los altavoces… yo no oigo variación alguna y él me dice… ¿no lo notas? No, no lo noto. No tengo ni la formación ni el oído innato.
Muchas veces me encuentro con docentes que no tienen ni formación ni oído pero, en lugar de buscar su formación y trabajar su oído y su mirada, dicen que la realidad no existe.

Hoy en el primer post del año me gustaría hacer una profunda reflexión sobre cuál es la función de los docentes. La formación es imprescindible. Pero no son sólo conocimientos… esta formación nos tiene que llevar a una mirada nueva, a una nueva manera de trabajar, que pueda atender las necesidades de los niños y niñas de altas capacidades.

La función de los padres les lleva a estar ahí, acompañar, escuchar, querer… ayudarles a poner palabras a lo que sienten y ayudarles a encajar la disciplina de trabajo necesaria para avanzar.

Padres y maestros tienen una función complementaria, juegan en el mismo equipo… no en el equipo contrario.  Juegan en el mismo equipo que el niño o la niña. La misión de los adultos es ayudar a que los pequeños lleguen a su punto óptimo. Para ello es imprescindible escucharles.

Padres y Maestros podemos ayudar para que este trimestre sea un buen trimestre… Amén (que así sea).    

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