viernes, 25 de septiembre de 2020

Identificación con impedimentos

 

Algunas veces nos encontramos con alumnos que no consiguen la identificación porque hay quien decide que otros diagnósticos pasan por delante. Esta es la historia de E.

 

Hace unos días empezamos las pruebas de identificación de E. Cuando me vio una sonrisa inmensa se dibujó en su cara. No me abrazó, porque ahora no se puede, y me dijo: “Hace nueve años que espero este día. Hace nueve años que me dicen que hay que trabajar primero el Asperger, y después ya veremos si tengo altas capacidades”.


Llevo con él desde Cuarto de Primaria. Cuando llegué teníamos una gran etiqueta de Asperger y un WISC que no llegaba a 130 que nadie miraba. Hemos luchado mucho pero el freno de mano estaba puesto. Se descartaron las altas capacidades pero la maestra en el aula, de vez en cuando, le daba cosas interesantes (con palabras de E): ejercicios más complejos, ejercicios de pensar…  pero eran como elementos sin conexión, sin sistematización, sin evaluación. Todo el esfuerzo de los adultos se lo llevaba el Asperger y sus problemas de relación. Él tenía buena relación con los adultos, con los maestros y con los compañeros dentro del aula: les prestaba los materiales si los necesitaban, trabajaba con ellos en parejas o en grupo aunque apareciesen dificultades… Todos sabían que E era inteligente y buen compañero, pero no amigo. Su relación con los compañeros era buena pero muy superficial. Siempre ha sido selectivo. No le gustan los niños que hacen tonterías ni los que quieren llamar la atención, prefiere los más tranquilos pero no acaba de encajar con nadie. En la hora del patio prefería estar en clase hablando con la maestra, leyendo o tocando la flauta. Y no hay cosa que preocupe más a una maestra que un niño solo en el patio. No se preguntaban qué quería él, aunque entonces tampoco lo hubiera sabido explicar con palabras. Debía relacionarse. Le proponían a alumnos que jugasen con él pero no funcionaba. En Quinto llegaron al pacto de que tres veces por semana debía salir al patio y estar con los otros niños. Y salió y los miraba como jugaban pero no se relacionaba. La consigna cambió: salir, estar y relacionarse con los niños. Pero ni él se esforzaba, ni los otros niños tampoco. No pasaba de un momento puntual cuando la maestra miraba…  Y fue pasando el tiempo. Él se iba apagando. Se aburría en clase, cumplía pero no le brillaban los ojos. No tenía ganas de destacar ni de ser todavía más distinto.


En paralelo iba creciendo una madre preocupada porque su hijo no era feliz. No era como los demás. Con sus iguales estaba bien pero no era suficiente, ni lo invitaban a las fiestas de cumpleaños ni él les quería invitar. Los fines de semana cuando se encontraban en un parque con otros niños se integraba o no, sí era muy selectivo. E no era el alma de la fiesta pero le veías sonreir. Si se encontraba con adultos era uno más, escuchaba atentamente y daba su opinión. En este entorno no se sentía aislado si notaba que le escuchaban era feliz, sino marchaba. Pero los técnicos seguían hablando de Asperger sin ser conscientes de que hay características de Asperger y de Altas Capacidades que en algunos niños pueden solaparse.


Por fin llegó una actividad que lo cambiaría todo. En Primero de ESO empezó con el futbol. Era muy mayor para empezar un deporte de equipo. Era mayor para ser un principiante rodeado de chicos que llevan muchas horas chutando la pelota. Pero el entrenador vio en él algo más que unos toques de principiante y le dijo: “Chico, tal vez has llegado tarde para el juego de equipo pero serás un gran entrenador. Eres observador, reconoces las tácticas, sabes por qué hacemos las cosas, qué hay detrás de un ejercicio, eres educado y sabrás tratar a los niños…” Y la temporada siguiente empezó de segundo entrenador de un equipo de benjamines.

 

Hemos empezado las pruebas de identificación y le he acompañado a la psicóloga y mientras esperábamos me ha dicho: “Espero no coger el Covid-19, porque de rebote entre relaciones directas e indirectas tendrían que confinarse un montón de gente: de su clase, de la optativa de francés, de su equipo, del equipo que lleva de benjamines, del club  -porque él habla con todo el mundo- y sus familias… un montón de gente” y ahora la gran sonrisa ha sido la mía.

 

Este curso, por fin, alguien ha dicho que aunque tiene algunos rasgos Asperger, no se puede clasificar como tal. Por fin, en Tercero de ESO se abre la puerta a hacer de nuevo la identificación de altas capacidades. Nos ponemos de nuevo en marcha e intentaremos tener la identificación terminada el día 30 de septiembre, porque si las pruebas así lo indican pueda solicitar la beca de altas capacidades que no ha podido solicitar hasta ahora. Pero el tema de les becas, ¿mejor lo tratamos otro día, no?



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