Algunas veces nos encontramos con alumnos que no consiguen
la identificación porque hay quien decide que otros diagnósticos pasan por
delante. Esta es la historia de E.
Hace unos días empezamos las pruebas de identificación de E.
Cuando me vio una sonrisa inmensa se dibujó en su cara. No me abrazó, porque
ahora no se puede, y me dijo: “Hace nueve años que espero este día. Hace nueve
años que me dicen que hay que trabajar primero el Asperger, y después ya
veremos si tengo altas capacidades”.
Llevo con él desde Cuarto de Primaria. Cuando llegué
teníamos una gran etiqueta de Asperger y un WISC que no llegaba a 130 que nadie
miraba. Hemos luchado mucho pero el freno de mano estaba puesto. Se descartaron
las altas capacidades pero la maestra en el aula, de vez en cuando, le daba
cosas interesantes (con palabras de E): ejercicios más complejos, ejercicios de
pensar… pero eran como elementos sin
conexión, sin sistematización, sin evaluación. Todo el esfuerzo de los adultos
se lo llevaba el Asperger y sus problemas de relación. Él tenía buena relación
con los adultos, con los maestros y con los compañeros dentro del aula: les prestaba
los materiales si los necesitaban, trabajaba con ellos en parejas o en grupo
aunque apareciesen dificultades… Todos sabían que E era inteligente y buen
compañero, pero no amigo. Su relación con los compañeros era buena pero muy
superficial. Siempre ha sido selectivo. No le gustan los niños que hacen
tonterías ni los que quieren llamar la atención, prefiere los más tranquilos
pero no acaba de encajar con nadie. En la hora del patio prefería estar en
clase hablando con la maestra, leyendo o tocando la flauta. Y no hay cosa que
preocupe más a una maestra que un niño solo en el patio. No se preguntaban qué
quería él, aunque entonces tampoco lo hubiera sabido explicar con palabras.
Debía relacionarse. Le proponían a alumnos que jugasen con él pero no funcionaba.
En Quinto llegaron al pacto de que tres veces por semana debía salir al patio y
estar con los otros niños. Y salió y los miraba como jugaban pero no se
relacionaba. La consigna cambió: salir, estar y relacionarse con los niños.
Pero ni él se esforzaba, ni los otros niños tampoco. No pasaba de un momento
puntual cuando la maestra miraba… Y fue
pasando el tiempo. Él se iba apagando. Se aburría en clase, cumplía pero no le
brillaban los ojos. No tenía ganas de destacar ni de ser todavía más distinto.
En paralelo iba creciendo una madre preocupada porque su
hijo no era feliz. No era como los demás. Con sus iguales estaba bien pero no
era suficiente, ni lo invitaban a las fiestas de cumpleaños ni él les quería
invitar. Los fines de semana cuando se encontraban en un parque con otros niños
se integraba o no, sí era muy selectivo. E no era el alma de la fiesta pero le
veías sonreir. Si se encontraba con adultos era uno más, escuchaba atentamente
y daba su opinión. En este entorno no se sentía aislado si notaba que le
escuchaban era feliz, sino marchaba. Pero los técnicos seguían hablando de
Asperger sin ser conscientes de que hay características de Asperger y de Altas Capacidades
que en algunos niños pueden solaparse.
Por fin llegó una actividad que lo cambiaría todo. En
Primero de ESO empezó con el futbol. Era muy mayor para empezar un deporte de equipo.
Era mayor para ser un principiante rodeado de chicos que llevan muchas horas
chutando la pelota. Pero el entrenador vio en él algo más que unos toques de
principiante y le dijo: “Chico, tal vez has llegado tarde para el juego de
equipo pero serás un gran entrenador. Eres observador, reconoces las tácticas,
sabes por qué hacemos las cosas, qué hay detrás de un ejercicio, eres educado y
sabrás tratar a los niños…” Y la temporada siguiente empezó de segundo
entrenador de un equipo de benjamines.
Hemos empezado las pruebas de identificación y le he
acompañado a la psicóloga y mientras esperábamos me ha dicho: “Espero no coger
el Covid-19, porque de rebote entre relaciones directas e indirectas tendrían
que confinarse un montón de gente: de su clase, de la optativa de francés, de
su equipo, del equipo que lleva de benjamines, del club -porque él habla con todo el mundo- y sus
familias… un montón de gente” y ahora la gran sonrisa ha sido la mía.
Este curso, por fin, alguien ha dicho que aunque tiene
algunos rasgos Asperger, no se puede clasificar como tal. Por fin, en Tercero
de ESO se abre la puerta a hacer de nuevo la identificación de altas capacidades.
Nos ponemos de nuevo en marcha e intentaremos tener la identificación terminada
el día 30 de septiembre, porque si las pruebas así lo indican pueda solicitar
la beca de altas capacidades que no ha podido solicitar hasta ahora. Pero el
tema de les becas, ¿mejor lo tratamos otro día, no?
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