A muchos niños y jóvenes de altas capacidades les cuesta
aguantar la mirada o directamente no te miran en los ojos cuando te hablan.
Mirar a los ojos es una convención social que hace que conectemos con el otro,
creemos que el otro es confiable, que nos dice la verdad. No mantener la mirada
genera en el interlocutor una serie de dudas y prejuicios (el primero es pensar
que mirar a los ojos es fácil y natural).
Es cierto que muchos niños y jóvenes de altas capacidades pueden
no mostrar esta situación, pero los para los que la presentan generalmente se
convierte en un problema. Esta situación es mejorable en los alumnos de altas
capacidades a través del entrenamiento consciente. Será lento, a veces
lentísimo, pero es muy efectivo. La exigencia, la imposición o la fuerza no
suele funcionar porque sólo consigue que se cierre, se bloquee y no vea ni la
posibilidad y ni la confianza en él mismo para lograr el cambio. La alternativa
a la exigencia es siempre el diálogo, pero no el condescendiente, sino el que
permite evolucionar con límites que contienen y posibilitan.
Cuando descubrimos que nuestro hijo o hija no mira a los
ojos es el momento de poner manos a la obra, pero incluso para adultos es una
conducta reeducable. A menudo se trata más de una costumbre instalada, fuertemente
instalada, que de una situación con un fundamento para a restaurar.
Trabajaremos desde la parte cognitiva. Suele funcionar explicar
el por qué hay que trabajar la mirada. Podemos empezar observando diferentes
tipos de miradas y qué nos transmiten. Lectura de imágenes y situaciones.
Podemos ver material que puede salir de películas o series, o del mundo real o
de nosotros mismos haciendo teatro. Las miradas dicen cosas y las no miradas,
también. Algunos lo bloquean o no dan valor a estas cosas, y es bueno hacerles
conscientes de estos detalles.
Con los más pequeños podremos empezar practicando a pedir o
dar cosas mirando en los ojos. Podremos empezar con los muñecos o con nosotros
mismos. Empezaremos en casa y poco a poco, podremos ampliar a otras personas
conocidas o desconocidas. Hay niños a los que les es más fácil trabajar con
conocidos y para otros es mejor hacerlo con desconocidos. Hablamos, escuchamos,
analizamos por dónde podemos empezar, cuál es la mejor vía para él o para ella.
Es bueno empezar por aquello que es más fácil. Esto les dará seguridad para ir
avanzando. Hay que ir trazando la hoja de ruta, cogiendo las riendas de su
vida, así será consciente del camino transcurrido. Ellos son los protagonistas
de su historia.
Hay veces que lo pueden combinar con tener problemas o no en
exposiciones orales en gran grupo. Cada cual tiene una situación diferente:
personal e intransferible. Ponemos la lupa en él o ella para ver qué necesita.
Hay que acompañarles para que ellos hagan la evaluación de la situación, no sólo
de ellos, y vayan decidiendo cuáles son las actividades que pueden hacer para
avanzar en el proceso. Según su edad e implicación los resultados llegarán
antes o después, pero sólo habrá consolidación si la voluntad y la constancia lo
permite. Pasado un tiempo algunos afirman... ¡cómo he cambiado! Hace un tiempo ésto
era impensable pero ahora mi relación con los otros es diferente... ¡es mejor!
La mirada es la primera carta de presentación. No pasa por
la parte cognitiva, sino que va directamente a la parte emocional.