Mostrando entradas con la etiqueta identidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta identidad. Mostrar todas las entradas

martes, 26 de agosto de 2025

Martes 26 de agosto Preparamos la vuelta a la escuela (Padres)

 

Todos los niños y jóvenes son diferentes, y entre los que presentan altas capacidades también encontramos muchas diferencias. No solo por la parte de la inteligencia que nos puede llevar a talentos simples, compuestos o superdotación sino que esta parte cognitiva se mezcla con: cómo es cada cual, lo que ha vivido, y sobre todo, cómo lo ha vivido. La diversidad está asegurada. Por eso, muy a menudo, hablaremos de una manera de vivir y de su contraria; porque todo puede ser cierto dentro del mundo de las personas con altas capacidades.


Podemos tener niños o jóvenes que ya hace días que cuentan los días que faltan para empezar la escuela. Lo hacen con aquella ilusión de quien quiere volver a ver el maestro, los compañeros, de quien necesita una rutina que vive con pasión. Quizás son aquellos que empiezan escuela nueva o que tienen un cambio importante, pasan a ser los mayores de la escuela, cambian de patio o de actividades. El primer grupo diríamos que están en una cuenta atrás ilusionada, y a medida que se acerque “el gran día” pueden mostrar incluso un pico de ansiedad por aproximación. Tienen grandes expectativas y quizás los primeros días de curso, cuando algunas de ellas no se cumplan, los tendremos que recoger con una pala... Recuerdo una niña de I3 que me llamó por teléfono el tercer día de clase y me dijo: “La escuela de los mayores no es lo que yo esperaba! Las maestras cantan, los niños lloran, no han explicado nada interesante, no nos han puesto deberes... y todavía nadie me ha hablado de los números mayúsculos!”. Pobrecita, en el peor de los casos le quedaban trece años de escuela y ya estaba desencantada el tercer día....


Un segundo grupo podrían ser los “políticamente correctos”. No les apasiona la escuela pero saben que los adultos se han puesto de acuerdo en que hay que ir. Quizás preferirían quedarse a casa pero no harán un problema de una lucha en la que tienen todas las de perder. Gustar a sus adultos, mantener las normas son su manera de vivir. Y como decía aquel presidente en Polònia (un programa de actualidad política tratado con humor) ... “con ilusión” o no, pero si es que no, ellos no nos lo mostrarán. Participarán en las compras y preparaciones previas al inicio de curso. Esconden los problemas bajo la alfombra. Son peligrosos porque callan. Como adultos responsables necesitamos que entiendan que sus incomodidades no son sus errores ni de los maestros, a menudo son cosas que se pueden trabajar pero necesitamos saberlas. La comunicación es esencial pero los cuesta mucho. Una niña de Primero de Primaria decía “La señorita ha estudiado y me quiere. ¿Cómo le voy a decir que hay cosas que me gustaría que fueran diferentes? Ella lo hace especialmente para mí, ella sabe...” Nos costó años que viera que no se trataba de decir lo que su maestra hacía mal sino lo que podía mejorar... porque ella no tenía toda la información, no tenía el punto de vista de la niña, y no lo tendría nunca si ella no se lo daba.


Un tercer grupo pueden ser aquellos que querrían evitar la vuelta en la escuela porque hay una serie de cosas que les hacen daño. En el ámbito cognitivo: la lentitud de llegada de los conocimientos, la espera constante, la carencia de escalado en la dificultad de las propuestas de ejercicios, la repetición de ejercicios muy parecidos, la rigidez las indicaciones... Para otros, las dificultades no son tan cognitivas (porque se han adaptado o no les dan tanta importancia) sinó sociales: la mirada de los otros, la presión social, el aislamiento voluntario o no deseado, la diferencia de intereses, la necesidad de contacto físico a menudo mal leída, la necesidad de comunicar que hace que se hagan pesados con sus obsesiones... Algunos de estos niños o jóvenes podrían evitar hablar de la vuelta a la escuela hasta que sea imprescindible, pueden prepararlo todo pero tenerlo escondido o esperar a preparar al último momento con la tensión familiar que puede suponer.

 

Con la adolescencia sabemos lo importando que es ser un mismo o formar parte del grupo. Ellos suelen empezar la adolescencia antes porque el planteamiento de la identidad en muchos casos es precoz. Cada cual tiene sus preferencias pero ya saben que ser diferente tiene consecuencias. Siempre hay que estar a su lado y conseguir que nos expliquen qué quieren hacer, cómo quieren hacerlo... La respuesta es la comunicación. Ya sabéis que el mejor momento para hablar es aquel en el cual bajan la guardia: en un paseo el uno al lado del otro, en el coche, secándose los cabellos, en la cocina, haciendo bricolaje o actividades manuales, antes de ir a dormir.... Tenemos que encontrar el momento y cuidar este momento para se pueda repetir. La comunicación es esencial y solo se dará si se sienten seguros, cómodos y no enjuiciados... Los padres tenemos que trabajar para que estos momentos sean posibles, los tenemos que provocar... No es solo para los adolescentes, la comunicación es importante para todos y todas.  Seguimos hablando el jueves.

lunes, 9 de mayo de 2022

Una procesión infinita de profesionales (Padres y Docentes)


Hay familias que llegan a la identificación de las altas capacidades de sus hijos después de pasar por muchos profesionales que intuyeron mil otras cosas que a menudo no pudieron confirmar. Había características comunes pero no concluyentes. Hicieron un peregrinaje infinito con un desgaste personal y económico más que considerable.


Muchos empiezan valorando el movimiento, con la intuición de un TDA con hiperactividad que no acaba de consolidar. Para otros, el inicio es la dificultad de relación con unos iguales que no lo son.  Para estos la posibilidad es el trastorno de aspectro autista, hasta hace unos años Asperger.

Ésta fue la intuición de una maestra de P1 con una niña que se paseaba entre sus compañeros y no se relacionaba con ellos ni con los materiales que se le proponían. Nadie le preguntó ni a ella, ni a su mamá. Sólo se hizo una derivación para observar autismo. Nada más lejos y lo pudimos parar a tiempo. La niña preguntaba en casa "¿por qué tengo que ir a la escuela? en clase nadie habla, juegan con cosas extrañas y creo que no saben que son niños, creo que creen que son perritos porque siempre están en el suelo”. Acababa de cumplir dos años, era el mes de febrero. Pero ésta niña que hablaba por los codos en casa, en la escuela nunca dijo ni una palabra porque veía que en ese entorno la comunicación no funcionaba a través de las palabras.   

Para una familia de Ripollet este episodio duró siete años. Cuando al fin pudimos hacer la identificación de altas capacidades el mismo chico me dijo que “ya se lo decía que no era autismo pero ellos insistían...” qué pena, que muchos profesionales no contemplen la posibilidad de las altas capacidades.


Las altas capacidades son las grandes olvidadas porque, incluso entre los profesionales (psicólogos, pediatras, psiquiatras...), hay mucho desconocimiento y prejuicios o mitos que condicionan la visión. Si no hay alto rendimiento, no lo es. Si no hay dificultades de relación, no lo es. Si no hay un niño sabiondo, no lo es. Y es cierto, no son muchas de estas cosas.



En estos momentos sabemos que entre las características que identifican las altas capacidades encontramos un buen coeficiente intelectual pero... ¿y si lo que tenemos es una buena inteligencia motriz, musical o espacial? Tenemos también otras características que son muy frecuentes y muy potentes al hacer la identificación: su intensidad; la rigidez; la hipersensibilidad sensorial, emocional, imaginativa, psicomotriz, cognitiva, que ya definió Dabrovski; la necesidad de comprender la realidad y las grandes palabras como la justicia, la verdad o el sentido de la vida; su aprendizaje autodidacta, haciendo relaciones o a saltos. Suelen disfrutar con el aprendizaje, tienen gran curiosidad (si no se la hemos apagado); quieren ir siempre más allá... pero a menudo todo esto queda en un rincón porque cuando descubren que son diferentes y que “molestan”, se sienten diferentes y vulnerables, muchos de ellos escogen esconderse –por prudencia- mimetizándose con la pared. Sobre todo las niñas, que ponen por delante la vida social que su propia vida. Después de esconderse, se van apagando, y pierden su esencia, dejan de ser el que son para ser lo que creen que los demás esperan de ellos. De tanto esconderse pierden su esencia. Algunos solo la recuperan cuando identifican a sus hijos y reconocen en ellos algunos de sus rasgos de niñez. Algunos, en aquel momento se deciden, por fin, a ser quién son realmente. Nunca es tarde, pero no podrán recuperar el tiempo perdido y esto no les tendría que pasar a sus hijos, ¿verdad?