Mostrando entradas con la etiqueta autocontrol. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta autocontrol. Mostrar todas las entradas

lunes, 15 de abril de 2024

Lunes 15 de abril Escogemos las batallas

 

Los padres lo tienen muy claro...  Algunos hijos son muy insistentes y tienen una habilidad especial para torpedear por debajo la línea de flotación a sus progenitores. Saben decir las palabras mágicas o crear situaciones que hacen que los padres no puedan dejar pasar.


Tenemos que elegir las batallas que luchamos. Los padres tienen que elegir las batallas en las que tienen que entrar y las que tienen que dejar pasar porque solo les desgastarán inútilmente. No podemos luchar todas las batallas. Estaríamos eternamente enganchados, eternamente enfadados... Además, los adultos solemos sufrir mucho estas situaciones y nos quedamos con mal cuerpo mientras que ellos, a veces, no son conscientes de que las piedrecitas en el zapato son muy molestas.


Si estamos viviendo en una lucha constante con los hijos, necesitamos parar y analizar la situación. Primero observar, después reflexionar y finalmente proponer una acción. Hagamos una lista de las últimas veces que hemos tenido una discusión con nuestro hijo o hija. Escribid en qué momento se producen, y cuál es el motivo. A partir de aquí se trata de atar cabos. Ver si los motivos son suficientes o si entran en juego otros factores (están cansados, tienen hambre, necesitan espectadores, quieren otra cosa...). Finalmente nos tocará decidir qué batallas merece la pena luchar y cuáles tenemos que dejar pasar. Para mí es muy importante que les informemos, en estas que dejamos pasar, que lo hemos visto y que nos parece intolerable pero que ahora estamos en el primer escalón e iremos por partes.


Después de la reflexión, lo más objetiva posible, pasamos a la segunda fase: concretar cuáles son nuestros propósitos. ¿Qué queremos conseguir? – que obedezcan nuestras órdenes – que sean autónomos – que sepan qué hacer en cada momento... quizás tendremos que concretar algo más: - que se despierten a la hora convenida -que se vistan deprisa –que hagan su cama – que cuando vuelvan de la escuela dejen sus cosas en su lugar – que recojan los juguetes después de jugar – que paren de jugar con el ordenador cuando se lo decimos – que pongan la mesa – que pongan el lavaplatos – que preparen sus cosas para el día siguiente – que bajen la basura... La organización familiar y la edad de los niños son variables a tener en cuenta así como los cambios: quizás hasta ahora se lo hemos hecho todo y ahora queremos que ellos sean autónomos (les costará pero no por eso lo tenemos que evitar).


Se trata de no hacer un problema cuando lo que tenemos es una situación. Observar la vida desde esta perspectiva la hace más interesante y sobretodo más posible. Los niños y jóvenes de altas capacidades son muy intensos y a menudo no tienen control sobre sus actos. Todo es extremo. Por esto tenemos que ayudarles a encajar las situaciones y abordarlas poco a poco, a poner objetivos concretos, y a no querer comernos un elefante a mordiscos. Anotad estas dos palabras: concreto y posible.


Vamos a proponer algunos ejemplos: 

- Podemos empezar con un elemento externo, que no seamos nosotros para marcar el final de una actividad o un momento, suele ser efectivo. Un temporizador, Alexa, la alarma del móvil o del reloj… Lo tenemos que hablar antes con él/ella y no debe ser una sorpresa. Hablaremos de la necesidad objetiva de hacer alguna cosa en un momento determinado. Hablaremos de que esta intervención puede ser positiva porque es neutra y no nos indispone. Sabiendo todos qué pasará cuando suene la alarma. Suena cuando entramos en los diez últimos minutos de manera que cuando pueda consiga parar la actividad, otra sonará a los cinco minutos y una tercera en el momento en que debe estar apagado, limpio, o recogido… Debe formar parte del pacto. Hay que hacerlo y no entrar en el “¿y que pasa si no lo hago?”. El hecho de “hacerlo” forma parte del “toca no negociable”, el “cuando hacerlo” forma parte del “toca negociable” dentro del tiempo pautado.


En esos momentos especiales, hablar de cómo gestionar la rabieta o el enfado desmesurado delante de un “no”, un error, o un cambio. Sólo hay unos instantes antes de que desate la tormenta. Hablar de qué podemos hacer en estos momentos tan difíciles. Debemos tener la confianza para identificar ese momento y parar la tormenta antes de que empiece. 

- Una palabra, “alcachofa”, puede ser el punto para que cada uno vaya a su rincón sin cruzar palabras. Momento de cambiar de espacio. Momento para relajarse. Momento de ir al baño a lavarse la cara. Momento para gritar. Momento para utilizar el puching ball. Momento para escuchar música heavy o relajante. Ya hablaremos después, cuando sea posible. Uno de “mis niños” después de mucho rato en el baño le dijo a su madre: “esta vez no era suficiente con lavarme la cara y he acabado duchándome, ahora ya estoy relajado”. La idea no es hacer cosas, es ponerlos en camino para que puedan ser autónomos y ser capaces de decidir correctamente.


La batalla constante nunca es el camino porque les aleja y no les permite pensar. Tampocolo es ganar siempre o ceder siempre. Saber provocar y aprovechar los momentos de confidencia, en los que bajan la guardia, momentos de buena comunicación; es imprescindible para que puedan organizar sus pensamientos. Su cabeza no para de pensar pero a menudo entra en bucle y… es complicado. Nosotros somos los adultos y tenemos la obligación de respirar, coger las riendas y ayudarles a que poco a poco las vayan cogiendo ellos.


jueves, 15 de octubre de 2020

Dificultades de autocontrol (Padres y Docentes)

 

Los niños y jóvenes de altas capacidades suelen ser intensos, hipersensibles, rígidos, paladines de la justicia... esta combinación en mayúsculas, como todo lo que viven, forma un cóctel explosivo para las pequeñas cosas de cada día, sobre todo cuando añadimos la guinda de una memoria de elefante.

 

Hoy hablaremos de las dificultades de autocontrol. Normalmente cuando hablamos con ellos nos entienden. Su cerebro nos entiende pero muy a menudo su cuerpo todavía no está preparado para hacer el que su cabeza entiende. A esto lo llamamos disincronia. La cognición, la emocionalidad y la parte física pueden estar en tres tiempos diferentes de evolución. Ésto les suele hacer sufrir mucho.

 

Aunque quieran, no pueden pasar de largo o mirar hacia otro lado cuando encuentran una situación de injusticia que puede no afectarles directamente, sino que afecta a un compañero, o a alguien más débil. Aunque hayan salido escaldados en ocasiones anteriores, no lo pueden evitar. Se sienten interpelados personalmente, a pesar de que a menudo acaban sufriendo las consecuencias que quizás no reciben los que se estaban peleando o estaban implicados directamente en los hechos porque ellos son muy intensos y les es muy difícil frenar.

 

Otras veces sienten las miradas de otros o sus comentarios como ataques (a veces puede ser cierto, pero otras veces son casualidades). Suelen hacer una lectura negativa y obran en consecuencia, a veces, con intensidad o impulsividad.

 

Necesitamos conocer bien las características de los niños y jóvenes de altas capacidades porque sino podemos minimizar sus sentimientos y no los podremos acompañar en el proceso de resolver estas situaciones de descontrol que les hacen sufrir mucho. Ven el problema después pero no aciertan a verlos venir. A menudo este trabajo se hace en casa pero tiene que ser acompañado o al menos conocido desde la escuela.

 

Todo de golpe no lo vamos a poder resolver, pero fuera del momento de tensión, tenemos que hablar con el niño o joven sobre lo que ha ocurrido. Algunos no quieren hablar porque los recuerda el que han hecho mal, o se sienten juzgados o acusados. Hay que ir preparando el momento, y es muy importante que colabore. Quizás al principio sólo puede escuchar, pero poco a poco, necesitamos que lo procese y haga suyo el problema para llegar a encontrar una solución. No podemos hacer reproches, ni utilizar un tono de reñir. Tenemos que escuchar, acoger lo que dice; que no quiere decir ni reafirmarlo ni estar de acuerdo. Cada situación es diferente. Tenemos que saber escuchar y poco a poco irle llevando a ver la realidad objetiva: qué ha ocurrido. La culpa no siempre es de él, pero tampoco siempre es de los demás. Con este tiempo de reflexión en voz alta tendríamos que poder definir qué ha pasado y cuáles han sido las causas. También tendremos que buscar como lo podríamos haber solucionado. Buscar diferentes opciones para que él encuentre qué solución puede aplicar. Hay que buscar soluciones para la próxima vez, porque aunque no queramos... habrá una próxima vez...

 

Hay que hablar con su cerebro, que nos entiende; y su cerebro y él ya se irán poniendo de acuerdo. Recordad que tiene un pensamiento constante y nuestras charlas pueden ser buena leña para quemar.

 

Cómo se podía haber evitado, cómo se han sentido todos los participantes  en esta situación; si han contravenido alguna norma; si ahora, viendo las consecuencias habría actuado igual... Posiblemente en otro momento podremos hablar de la memoria de elefante para recordar los agravios o lo que le han ido haciendo a lo largo de los años, unos y otros... pero ésto será tema de otro post.