Los padres lo tienen muy claro... Algunos hijos son muy insistentes y tienen una
habilidad especial para torpedear por debajo la línea de flotación a sus
progenitores. Saben decir las palabras mágicas o crear situaciones que hacen
que los padres no puedan dejar pasar.
Tenemos que elegir las batallas que luchamos. Los padres
tienen que elegir las batallas en las que tienen que entrar y las que tienen
que dejar pasar porque solo les desgastarán inútilmente. No podemos luchar
todas las batallas. Estaríamos eternamente enganchados, eternamente
enfadados... Además, los adultos solemos sufrir mucho estas situaciones y nos
quedamos con mal cuerpo mientras que ellos, a veces, no son conscientes de que
las piedrecitas en el zapato son muy molestas.
Si estamos viviendo en una lucha constante con los hijos, necesitamos
parar y analizar la situación. Primero observar, después reflexionar y
finalmente proponer una acción. Hagamos una lista de las últimas veces que
hemos tenido una discusión con nuestro hijo o hija. Escribid en qué momento se
producen, y cuál es el motivo. A partir de aquí se trata de atar cabos. Ver si
los motivos son suficientes o si entran en juego otros factores (están
cansados, tienen hambre, necesitan espectadores, quieren otra cosa...).
Finalmente nos tocará decidir qué batallas merece la pena luchar y cuáles
tenemos que dejar pasar. Para mí es muy importante que les informemos, en estas
que dejamos pasar, que lo hemos visto y que nos parece intolerable pero que
ahora estamos en el primer escalón e iremos por partes.
Después de la reflexión, lo más objetiva posible, pasamos a
la segunda fase: concretar cuáles son nuestros propósitos. ¿Qué queremos
conseguir? – que obedezcan nuestras órdenes – que sean autónomos – que sepan
qué hacer en cada momento... quizás tendremos que concretar algo más: - que se despierten
a la hora convenida -que se vistan deprisa –que hagan su cama – que cuando
vuelvan de la escuela dejen sus cosas en su lugar – que recojan los juguetes
después de jugar – que paren de jugar con el ordenador cuando se lo decimos –
que pongan la mesa – que pongan el lavaplatos – que preparen sus cosas para el
día siguiente – que bajen la basura... La organización familiar y la edad de
los niños son variables a tener en cuenta así como los cambios: quizás hasta ahora
se lo hemos hecho todo y ahora queremos que ellos sean autónomos (les costará
pero no por eso lo tenemos que evitar).
Se trata de no hacer un problema cuando lo que tenemos es
una situación. Observar la vida desde esta perspectiva la hace más interesante
y sobretodo más posible. Los niños y jóvenes de altas capacidades son muy
intensos y a menudo no tienen control sobre sus actos. Todo es extremo. Por
esto tenemos que ayudarles a encajar las situaciones y abordarlas poco a poco,
a poner objetivos concretos, y a no querer comernos un elefante a mordiscos. Anotad
estas dos palabras: concreto y posible.
Vamos a proponer algunos ejemplos:
- Podemos empezar con un elemento externo, que no seamos
nosotros para marcar el final de una actividad o un momento, suele ser
efectivo. Un temporizador, Alexa, la alarma del móvil o del reloj… Lo tenemos
que hablar antes con él/ella y no debe ser una sorpresa. Hablaremos de la
necesidad objetiva de hacer alguna cosa en un momento determinado. Hablaremos
de que esta intervención puede ser positiva porque es neutra y no nos
indispone. Sabiendo todos qué pasará cuando suene la alarma. Suena cuando
entramos en los diez últimos minutos de manera que cuando pueda consiga parar
la actividad, otra sonará a los cinco minutos y una tercera en el momento en
que debe estar apagado, limpio, o recogido… Debe formar parte del pacto. Hay
que hacerlo y no entrar en el “¿y que pasa si no lo hago?”. El hecho de “hacerlo”
forma parte del “toca no negociable”, el “cuando hacerlo” forma parte del “toca
negociable” dentro del tiempo pautado.
En esos momentos especiales, hablar de cómo gestionar la rabieta o el enfado desmesurado delante de un “no”, un error, o un cambio. Sólo hay unos instantes antes de que desate la tormenta. Hablar de qué podemos hacer en estos momentos tan difíciles. Debemos tener la confianza para identificar ese momento y parar la tormenta antes de que empiece.
- Una palabra, “alcachofa”, puede ser el punto para que
cada uno vaya a su rincón sin cruzar palabras. Momento de cambiar de espacio.
Momento para relajarse. Momento de ir al baño a lavarse la cara. Momento para
gritar. Momento para utilizar el puching ball. Momento para escuchar música
heavy o relajante. Ya hablaremos después, cuando sea posible. Uno de “mis niños”
después de mucho rato en el baño le dijo a su madre: “esta vez no era
suficiente con lavarme la cara y he acabado duchándome, ahora ya estoy relajado”.
La idea no es hacer cosas, es ponerlos en camino para que puedan ser autónomos
y ser capaces de decidir correctamente.
La batalla constante nunca es el camino porque les aleja y
no les permite pensar. Tampocolo es ganar siempre o ceder siempre. Saber provocar y aprovechar los momentos de confidencia, en los que bajan la
guardia, momentos de buena comunicación; es imprescindible para que puedan organizar sus
pensamientos. Su cabeza no para de pensar pero a menudo entra en bucle y… es
complicado. Nosotros somos los adultos y tenemos la obligación de respirar,
coger las riendas y ayudarles a que poco a poco las vayan cogiendo ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario