Parar de vez en cuando, en este mundo que gira tan deprisa, es imprescindible. Los adultos parece que vamos siempre corriente: trabajo, familia... y necesitamos parar para observar qué estamos haciendo y si coincide o no con lo que queremos hacer.
En casa, con
los hijos... realmente hacemos lo que queríamos hacer o la vida nos vive y nos
encontramos haciendo o diciendo aquello que pensábamos que nunca haríamos o
diríamos. ¿Tenemos la familia que queremos? ¿Qué valores la sustentan? ¿Qué
valores vivimos y transmitimos? ¿Estamos donde queremos estar? Si la respuesta
es NO, tenemos que hacer un golpe de timón y empezar a planificar cómo lo
haremos, con lo que tenemos, para llegar donde queramos ir.
Desgraciadamente
no podemos pedir un año sabático para poner orden. Seguramente lo tendremos que
hacer mientras todo sigue girando. Por eso, siempre que sea posible, necesitamos
partir de los elementos que tenemos. Os propongo hacer un análisis de una
semana para identificar los puntos de mejora y ponerlos en común con la pareja.
Si tenemos hijos de altas capacidades quizás también nos indica que quizás uno
de los progenitores o los dos son de altas capacidades con lo que implica de
intensidad, que lo hace todo más “divertido”.
La
observación nos lleva al análisis y a la reflexión. Una observación con mirada
objetiva nos mostrará en qué punto estamos realmente y no donde nos gustaría estar,
sino dónde estamos. Es un baño de realidad. Cuando comparamos lo que queríamos
y lo que tenemos, aparece el trabajo de planificación que podemos y queremos
hacer para acercarnos a nuestro objetivo.
Trabajamos
con material vivo (nosotros y nuestros hijos) y con las relaciones entre ellos.
Por lo tanto, necesitamos afinar la escucha activa y la observación para no
quedarnos con lo que queremos ver, sino al ver la realidad. Necesitamos que
haya una base y un clima que permita la comunicación real y no que nos digan únicamente
lo que queremos oir. No es fácil pero es apasionante. Forma parte de un estilo
de vida.
Cuando
asignamos un tiempo para la formación personal: lecturas, asistencia a Escuelas
de Padres o conferencias, trabajo con un interlocutor válido... Estas
actividades implican dar un tiempo y un espacio a la observación, reflexión,
contacto, acción...
Las Escuelas
Padres nos añaden información y en paralelo el tiempo de silencio en el que
poder dedicarnos a nosotros y a nuestra familia. También nos aportan el
contacto con otras familias con vivencias o intereses parecidos. La relación
con otras familias con hijos de altas capacidades nos muestran otras maneras de
hacer las cosas, de resolver temas, repensarlos y revisarlos.
La relación
con un interlocutor válido que conoce la situación y las posibilidades sirve
para favorecer las sugerencias de cómo podemos poner manos a la obra para ir de
A a B.
Cuando tenemos
niños y jóvenes de altas capacidades en casa sabemos que nos observan
intensamente, nos saben leer entre líneas y a menudo absorben nuestras
preocupaciones y sin querer les alteramos si no estamos en las mejores
condiciones. Les contaminamos con mucha facilidad. Por eso es esencial que sus
adultos de referencia estemos en las mejores condiciones posibles. Ahora es el
momento, es nuestro momento y lo tenemos que aprovechar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario