En la actualidad todos tenemos
claro que hay que trabajar la educación emocional. Los que ahora somos abuelos
y padres quizás no tuvimos una educación emocional formal pero no podríamos no
tenerla. Aprendimos viendo, haciendo, y a veces sin demasiada conciencia. Ahora
la situación ha cambiado y debemos hacer una tarea más formal.
La Educación Emocional es muy
amplia y la manera más práctica de aprender es a través del ejemplo. Viendo cómo
actúan los demás aprendemos como actuar o como no hacerlo. Las actuaciones de los
adultos de referencia tienen mucho impacto en la vida de los niños y jóvenes.
Los niños y jóvenes de altas
capacidades suelen ser grandes observadores, procesan lo que ven y tienen una
gran memoria. Por lo tanto son el elemento clave para poder hablar de cómo
actúa la gente porque tienen un muy buen banco de datos. Suelen tener claro lo
que les parece bien y lo que no. Su cerebro, a veces, es muy normativo pero
ellos en su vida cotidiana no lo son tanto. A menudo hablamos con su cerebro, y
dejamos que su cerebro y ellos se pongan de acuerdo (a veces lleva un tiempo).
A menudo entienden, pero no siempre pueden o quieren hacer, y cuando lo
consiguen son muy felices.
Empezaremos intentando
identificar cuáles son nuestras emociones, cómo nos sentimos. Ampliar nuestro
vocabulario emocional es básico porque a veces pensamos que estamos enfadados
pero no es cierto, estamos cansados, tenemos hambre, o sed. A partir de una buena
identificación podemos conseguir resolver una situación.
Es muy interesante jugar a
definir emociones, describirlas e identificarlas; primero en los otros (siempre
es más fácil). Observar las señales externas (como está el cuerpo, la voz...)
cuando se siente esta emoción. Después pasaremos a ver qué hace la gente cuando
la siente y si podrían hacer cosas más adecuadas. Por último pasamos a ser los
protagonistas de esta emoción y la pasamos a primera persona. Cómo nos
sentimos, cómo podemos reaccionar y cómo podemos reaccionar a nuestro estilo
pero de la manera más adecuada.
Todo esto lo podemos hacer con
palabras, cuentos, apoyo audiovisual, situaciones vividas... y quizás acabar
teatralizando las posibilidades para poder elegir el que mejor se avenga a su
manera de ser.
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