Sabemos que la mayoría de niños y jóvenes de altas
capacidades tienen una gran memoria y la necesidad de tener controlado lo que les
interesa. Esta combinación no es nada positiva al inicio del uso de la agenda
escolar. Hay tan poca información necesaria que pueden recordarla con facilidad
y no suelen adquirir el hábito de escribir en la agenda, ni de mirarla y esto
se convertirá en un problema, más adelante, cuando haya más cosas a recordar.
La información crece, pero ellos y su memoria también. Por
eso algunos de estos niños y niñas pasan toda la Primaria y la ESO sin usar la
agenda, salvo los alumnos políticamente correctos que quieren complacer al
maestro o a la maestra. Los demás sólo la usarán cuando el profesor insista haciendo
aquello del “cumplimiento” (“cumplo y miento”, únicamente de cara a la galería
sin la consistencia del convencimiento). Por lo tanto, no adquieren el hábito.
Llegado el Bachillerato empieza a aumentar el número de informaciones
importantes y se combina con momentos de desconexión personal que hacen difícil
el seguimiento porque aunque la mayoría de cosas las puede recordar pero cada
vez es más grande el riesgo de error u olvido.
Aquí viene el momento de poner manos a la obra. Aunque no lo
haya hecho hasta ahora. ¡Ahora es el momento! En poco tiempo deberá adquirir el
hábito que no tiene para que pueda planificar y hacer a satisfacción las tareas
académicas. Hay que hablar con su cerebro, que lo entiende todo. Debemos
aportar instrucciones sencillas para que el uso de la agenda se convierta en un
hábito.
Por ejemplo, empezar la clase con la agenda sobre la mesa de
forma que cuando el profesor diga “para el próximo día” pueda automatizar el
gesto de abrir la agenda. No se trata de desconfiar de su memoria sino de poder
dejarla libre para otras cosas.
Otro recurso sería poder contrastar sus anotaciones con
algún compañero de los que usa regularmente la agenda. Constatar qué
anotaciones no están hechas o son poco cuidadosas puede ayudarle a hacerlo
mejor, la autoevaluación le puede llevar a mejorar su eficacia.
Y este es el tercero. Cuando empiece a estudiar o hacer
deberes en casa, nuevamente la agenda es el primer elemento que tiene que estar
sobre la mesa. Es un elemento esencial que marcará la planificación del día.
Sabemos por experiencia que no hay nada que aligere más que los tics de
“trabajo hecho” en la agenda. Deben sentir esta experiencia.
Cuando están en Primaria y no la usan, porque en este
momento no lo necesitan, podemos informarles de que llegará un momento que
subirá el nivel del agua y la tendrán que usar. Anticiparnos y anticiparlo a su
cerebro siempre es una buena opción. No para mostrar desconfianza sino para que
se vaya preparando para el cambio de situación. Hasta este momento podrán escoger.
A partir de que se presente la necesidad, usar un recurso probado es una señal
de inteligencia.
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