A veces el bosque no nos deja ver los árboles. El día a día
nos abruma, y si no paramos y nos tomamos el tiempo de observar, no vemos
exactamente dónde estamos. Y esto me ha pasado. Estaba preparando el siguiente
escrito, y de golpe he visto que en catalán y en castellano teníamos un número
redondo. Siempre lo he pensado, pero la vida en estos últimos años me ha
confirmado que tenemos que vivir con intensidad y que hay que celebrar los
pequeños momentos.
Hoy quiero compartir con vosotros la alegría de escribir. Y
de hacerlo sobre este tema que me apasiona: las personas con altas capacidades.
Aparecieron en mi vida en un momento especial. Lo invadieron todo, como los
gases que ocupan todo el espacio. Conocimiento, vivencia, incorporación a lo
que ya sabía y había trabajado en el mundo educativo… hacen que hoy, 20 de
febrero me encuentre en este punto. Gracias a las altas capacidades he conocido
gente excepcional. Con algunos puedo decir que me une una amistad, no la de
vernos cada día sino la de alegrarnos cuando nos volvemos a sentir y que hace
que parezca que fue ayer el último contacto. Conectar y reconectar con
personas. Trabajar con aquellos que les quieren o les deberían querer (padres y
docentes). Ellos y ellas son, con todas las consecuencias, con sus luces y
sombras, pero como que tienen tanta intensidad, todo es mayúsculo. También he
compartido tiempo y espacio con grandes profesionales dedicados a la
identificación y la terapia.
Han sido unos años muy intensos pero ahora, sentada en una
piedra y admirando el paisaje, puedo hacer revisión del camino. No todo ha sido
fantástico pero el cómputo global sí lo es, aunque haya habido días de todo.
Gracias por estar aquí, por seguir acompañándome y yo a vosotros. Ayer leía que
“el objetivo es el camino”. Quizás sí. Mientras trabajo con personas con altas
capacidades y sus entornos más próximos (casa y escuela) quiero poder ver los
árboles y disfrutar del camino, a veces empinado. Mientras hago difusión de las
altas capacidades quiero extender como mancha de aceite que están, que tienen
que ser conocidos y reconocidos, y sobre todo acompañados y atendidos para que
puedan desplegar sus capacidades y ser felices. Es un tema de justicia pero
también de egoísmo social. Estas personas serán las que nos ayudarán a tener
una vida mejor bien porque descubrirán remedios para enfermedades, bien porque
nos ayudarán a hacer las cosas mejor o porque nos acompañarán con sus flores o
comidas a harán que nuestra vida sea más placentera.
Estamos en marcha y podemos elegir qué queremos hacer, o quizás
solo cómo queremos hacerlo. Pero “cada día es un día” y de nosotros depende cómo
lo vivimos. Me gusta, de vez en cuando, revisar donde estoy y hacia donde
quiero ir, de esta manera puedo ir reajustando el rumbo porque el mar y los
vientos también hacen su función. A veces ayudan, y otras, el mar y los
vientos, nos alejan del objetivo. Por el camino también encontramos tesoros,
que suelen ser personas, y debemos buscar el tiempo para disfrutarlas y para
que puedan disfrutar de nosotros.
Ahora es el momento. No podemos perder tiempo. Disfrutamos
del hoy y del ahora. Y si la situación no nos lo permite, pongámonos en marcha
para ir cambiando pequeñas cosas que nos acerquen a nuestro objetivo. Los que
ya tenemos una edad y vivimos nuestra infancia en Cataluña vivimos con un
personaje que decía por la tele con gran convencimiento “los pequeños cambios
son poderosos”. Ahora, ya con canas, sabemos que es verdad.