jueves, 29 de octubre de 2020

El miedo y las altas capacidades (Halloween) (Padres y Docentes)


Entraremos en materia definiendo miedo, fobia y ansiedad. Tres palabras que a veces algunos toman por iguales pero tienen grandes diferencias.

Un niño puede sentir un miedo natural ante la presencia de un perro grande mostrándose reticente a tocarlo y manteniéndose discretamente a cierta distancia (le tiene miedo).

En otro niño la simple visión de un perro a 100 metros o sus ladridos puede despertarle la necesidad de correr inmediatamente, sintiendo un malestar profundo y necesitando alejarse a mucha distancia para tranquilizarse. En este último caso no ha habido ninguna causa objetiva que pueda justificar el miedo del niño (excepto en el supuesto de que el niño hubiera estado víctima con anterioridad de la acción de algún perro). Las expectativas que el perro lo pueda atacar cuando va en compañía de sus padres y el perro se encuentra a distancia y va ligado son irracionales. Ha este miedo irracional le llamamos fobia.

Relacionado con los miedos y las fobias suele hablarse también de ansiedad. La ansiedad está muy presente en todos los procesos de miedos y, en especial, en las fobias. El término se utiliza para poner de relieve las importantes alteraciones psicofisiológicas que se producen en nuestro organismo cuando experimentamos un miedo intenso. Este estado de activación puede producirse ante un estímulo concreto (fobia específica) o también en ausencia de cualquier estímulo. Sencillamente la persona siente angustia pero no es capaz describir las causas o estas son muy difusas. Algunos autores lo definen como "miedo a sentir miedo".

Independientemente de cuál sea la causa, el cuerpo se pone en marcha: activación fisiológica en forma de activación de las glándulas sudoríparas (manos pegajosas, húmedas), aumento de la frecuencia e intensidad cardíaca, elevación del tono muscular, etc... El cuerpo se prepara para una respuesta de escape o fuga activando los sistemas motores.

Muchos niños tienen miedos, como hemos visto es un elemento común en la psicología evolutiva de la infancia pero cuando hablamos de niños de altas capacidades estos miedos tienen unas características especiales porque como ellos son muy intensos. Lo viven de una manera muy intensa, la hipersensibilidad y la rigidez se combinan, a veces, sus respuestas nos pueden parecer exageradas o fuera de lugar pero corresponden a la irracionalidad.

Uno de los miedos más frecuentes es el miedo a la oscuridad. La viven con mucha intensidad. Generalmente se vive principalmente en casa. Hay que abrir todas las luces para ir al lavabo, o ir acompañado. Por la noche duermen con una pequeña lucecita o con la puerta abierta y la luz del pasillo... Este miedo tiene sus momentos fuertes e irracionales pero con la edad va remitiendo si no intentamos ir de prisa. Hace falta que haga su curso...

Otro miedo muy frecuente entre este colectivo es el miedo a la muerte de los seres queridos y a veces también en la propia muerte. En estos casos no les puedes decir que no pasará. Por lo tanto es un miedo real a una cosa que tarde o temprano pasará. Suele aparecer antes de que en el resto de los niños porque ellos piensan mucho y enseguida conectan con las grandes preguntas.

Muy frecuente es sufrir porque se produzcan actos violentos no deseados como sufrir un robo, o un atentado terrorista. No estamos nunca exentos al 100%. El riesgo está pero a veces es muy pequeño y no podemos estar toda la vida sufriendo por una cosa que quizás no pasará nunca. Hay que racionalizarlo. Otras actas no deseados pueden ser perderse o encontrarse solo. En estos casos podemos racionalizarlo, quizás no pasará nunca pero saber que sí pasara sabríamos qué hacer (entrenar qué haríamos).

Hay gente que disfruta con las películas de miedo o con personajes fantásticos relacionados con el miedo o el terror. Se acerca Halloween y a pesar de que este año puede ser más contenido, es un día en que los disfraces –cada vez más realistas- pueden desestabilizar a aquellos que están en la cuerda floja. Su cabeza sabe que no son reales pero su cuerpo no los puede soportar. Hay chicos y chicas que en estas fechas se cierran literalmente para no presenciar esto que tanto les perturba. Es una medida prudente porque mientras en otros miedos no podemos hacer gran cosa, en esta nos podemos atrincherar. No es un problema, es una opción.

 

Vemos algunas orientaciones generales que se tienen que ajustar a la edad del niño y a sus características:

- En primer lugar vivir los miedos del niño con normalidad y sin mostrar (al menos ante él) preocupación o angustia. Recordamos que el niño a menudo interioriza los comportamientos y percibe el estado anímico de los padres. Unos padres excesivamente preocupados pueden ser un mal modelo y aumentar la tensión de su hijo.

- Es importante no forzar al niño en aquellas conductas que le suponen miedo o angustia. Evidentemente hay que diferenciar entre aquellas que son necesarias (por ejemplo: ir a la escuela), y otros que suponen pocas consecuencias en el ámbito educativo, social o familiar (por ejemplo: miedos a los perros).

- Una forma muy eficaz de actuar es mediante el modelado. Uno de los padres puede efectuar la conducta temida (por ejemplo, estar en la habitación a oscuras) para enseñar al niño que esta situación se puede superar.

- Evitar siempre ridiculizar al niño por sus miedos, en especial, ante sus compañeros. No reírse de él, ni castigarle. La atención tiene que ir dirigida a las posibles soluciones no a las consecuencias punitivas.

- Evitar también el visionado de películas, juegos o actividades que comporten violencia, miedo o terror. Procurar que las personas de su entorno no lancen mensajes amenazantes (si no comes le diré a...; si no te llevas bien...). No se trata de aislar o sobreproteger al niño. Hasta cierto punto el niño tiene que ir integrando las diferentes emociones y el miedo forma parte natural de nuestra vida desde el inicio. Sin embargo, siempre será de gran ayuda que estas emociones estén reguladas por el consejo y el acompañamiento de los padres.

 

Si los miedos persisten en el tiempo o crean una gran desazón en el niño, merece la pena consultar con un especialista para que nos oriente de cómo tratar la situación.






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