lunes, 9 de noviembre de 2020

Decálogo para educar con filosofía (Primera parte) (Padres)

 

Los decálogos me sirven para ordenar ideas. Y este es el caso del último que me ha caído en las manos. Pertenece a Carlos Goñi y Pilar Guembe, matrimonio navarro que escribe en cuatro manos, que usa la profesionalidad y el sentido común en sus escritos. Este decálogo forma parte de su libro “Educar cono filosofía”. Yo lo he adaptado a nuestros niños y jóvenes de altas capacidades.


1.- Educamos con el ejemplo. Siempre, aunque no sirva para hagan lo mismo que nosotros o lo hagan a su estilo. Los hijos nos miran, nos ven vivir, ven nuestra coherencia entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. Saben que no somos perfectos, que nos equivocamos, pero que después de cada caída nos volvemos a levantar. Saben dónde tenemos la línea de flotación, y a veces lo usarán... pero sobre todo saben que los queremos por lo que son, no por lo que hacen. Pero que nos hace felices que hagan cosas buenas y que sean felices. Los niños y jóvenes de altas capacidades tienen un radar especial que hace que nos analicen de tal manera que a veces es difícil ocultar información.


2.- Nos necesitan para llegar a que no nos necesiten. Este punto me ha gustado mucho porque es quizás el más difícil de vivir: ser imprescindibles para llegar a ser prescindibles. Mis hijas ya están entre los 20 y los 30 años y esto me da cierto recorrido dentro de la maternidad. Mis 34 años de profesión viendo y orientando familias me llevan a afirmar que es una de las partes más difíciles. Hay padres que fomentan el cordón umbilical permanente pero no puede ser porque la vida hace su curso y los niños crecen. Los tenemos que preparar para cuando no estemos, no nos quieran o no podamos estar. De hecho, que decidan bien cuando nosotros estamos delante no tiene ninguna gracia; lo que realmente importa es que escojan bien cuando nosotros no estemos delante. Que sepan decir “sí”, cuando hace falta, y “no” cuando es no.


3.- Todos queremos a nuestros hijos pero no todos sabemos hacerlo. Hay quién los lleva entre algodones y no deja que la realidad se acerque a sus hijos. Este padre, o esta madre no deja que sufra y no lo prepara por la vida. Hay quién les da todo para que no sufran o para que callen (hay niños muy intensos que tienen la medida tomada a sus padres) o no les dan nada para que espabilen (algunos niños con su hipersensibilidad lo leen como falta de amor) no los está preparando para una vida en la que hay de todo. Necesitan nuestro acompañamiento amoroso en cada momento. Los griegos ya decían que en el equilibrio hay la virtud.


4.- El mayor enemigo de la educación es la prisa. Realmente es una relación que se tiene que cocinar a fuego lento. Hay que seguir la evolución natural de cada niño sin forzar, acompañándole. Ya hemos hablado en varias ocasiones que desde fuera parece que los padres de hijos de altas capacidades los inciten a saber, a conocer, a hacer. Nosotros sabemos que no es verdad. De hecho, si queremos estimular una piedra, seguirá siendo una piedra. Si lo hemos con una esponja se llenará de líquido. Pero en nuestro caso es la propia esponja la que va buscando todo el líquido que encuentra. Y no solo lo acumula sino que lo procesa y lo usa cuando hace falta. Cada niño tiene su velocidad que hay que respetar. Cuando leemos esta frase algunos piensan sólo en los niños de baja velocidad pero también hay que pensar en los de gran velocidad y curiosidad.


5.- Conductas no adecuadas. Este punto lo he tenido que rehacer de nuevo porque propone ignorar para extinguir conductas no adecuadas. En el caso de los niños de altas capacidades que combinan intensidad, rigidez e hipersensibilidad hacen muy difícil que los padres puedan ignorar estas conductas, a menudo histriónicas. Pero como herramienta para reconducir este comportamiento es más efectiva la comunicación y el establecimiento de objetivos de reducción. Su cerebro lo entiende todo pero su cuerpo no lo puede hacer. Hace falta que su cerebro y su cuerpo se vayan poniendo de acuerdo. A posteriori es capaz de ver los errores y como lo debería haber hecho... pero no lo ve a priori (objetivo final). En momentos de tranquilidad, sin reproches, es bueno que hablemos. Algunos rechazan hablar del tema porque esperan el castigo o el reproche. Cuando ven que es solo hablar... algunos acceden. La reflexión, el poner la pelota en su tejado, el preguntarle cómo lo podemos ayudar o como se puede ayudar él mismo es siempre positivo. En frío y a posteriori, es capaz de ver qué hay que hacer y como hacerlo; en caliente es imposible.


Hasta aquí la primera parte del decálogo... pronto tendréis la segunda parte...




No hay comentarios:

Publicar un comentario