Llega un momento en el que ya no hace falta que la madre o
el padre prepare cada día la mochila para ir a la escuela el día siguiente. En
algunos casos se convierte en un hábito cómodo para la madre, pero sólo le
comunica al niño que no es capaz para prepararse la bolsa, asear la habitación,
hacerse la cama, prepararse el almuerzo u ocuparse de la bolsa de deporte... Si
creemos que ha llegado el momento que tome la responsabilidad hay que hablar
con el hijo o la hija, y empezar a hacerlo juntos para que vea cómo hacerlo. Poco
a poco, irá participando en la acción; y en un tiempo podrá hacerlo solo/a,
necesitando únicamente nuestra supervisión. A algunos niños ya les va bien que
lo hagan los adultos; y además, si hay cualquier problema siempre tienen algún
culpable a mano. Otros están muy contentos de empezar este proceso que indica
que se van haciendo mayores y que van quemando etapas. Los hay que quieren
crecer y coger responsabilidades, pero otros pretenden tirar el ancla...
Hay que poner la lupa para mirar atentamente a cada niño, y
saber cuál es su situación para poderle ayudar y acompañar en el proceso de
hacerse mayor. Tenemos que saber explicarle para que vea las ventajas reales.
Podemos trabajar desde sus responsabilidades escolares y exportarlo a las
tareas del hogar que repartimos entre todos y todas, y que van cambiando con la
edad.
Para algunos niños el hecho de hacerse mayores, tener
responsabilidades, tener que hacer y responsabilizarse de cosas tiene un
impacto negativo. Pero sabemos que no todo es “negativo”. Por ejemplo, podemos cambiar
la hora de ir a dormir según las edades. Cuando entre dos hermanos hay dos o
tres años de diferencia, pueden quedar separados por quince minutos en la hora
de ir a dormir. Este tiempo puede ser significativo para que el mayor se sienta
mayor, y el pequeño sepa que cuando crezca también tendrá estos privilegios que
da la edad y la responsabilidad adquirida. Crecer tiene “pros y contras”, pero
los “pros” siempre ganan.
Poner la lupa en aquellas cosas que podrían mejorar la
convivencia familiar si estuviesen automatizadas, merecen que los adultos las pensemos.
A los hijos, les tenemos que escuchar siempre, tienen opinión desde el minuto
cero, pero debemos recordar que no tienen criterio y que no siempre tienen
visión de conjunto. Podemos pactar qué haremos... los adultos somos nosotros. Somos
los que marcamos las reglas del juego después de escucharlos. La
responsabilidad primera siempre es la de los adultos.
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