Entre los alumnos de altas capacidades encontramos buenos
lectores y alumnos de altas capacidades que no son buenos lectores. Porque no
han encontrado su libro, o bien tienen dificultades con la técnica de
descodificación o comprensión del lenguaje escrito la lectura no les ha
atrapado. La lectura es un proceso abstracto muy complejo que podemos acompañar
pero no acelerar. Es importante saber qué ha ocurrido, cuál es la causa de este
abandono de la lectura. Las causas pueden ser muy diversas y no todo son
patologías… Pero si lo son las debe tratar un especialista.
Dificultades. Algunos alumnos de altas capacidades empezaron leyendo pero
cuando descubrieron que en lectura a primera vista no podían hacer vocecitas
como la madre o la maestra pusieron el freno y dejaron de leer, insistiendo en
que fueran los adultos quienes les leyeran. Se camuflaron como “escuchadores”
de música o de historias pero dejaron la práctica de la descodificación de
palabras y textos. Cuando quisieron volver, los demás iban más deprisa y con
una mala gestión del error y de la frustración fueron evitando el leer en voz
alta en la escuela y en casa.
Otros encuentran dificultades en la descodificación de las
letras. Las hay que se asemejan mucho y no las distinguen bien: b, d, p, q.
Tenemos un grupo de niños y jóvenes con doble excepcionalidad, con diferentes
grados de dislexia o dificultades en el lenguaje que a veces en algunos
momentos quedan escondidas por las altas capacidades y en otros momentos
representan un quebradero de cabeza.
Por necesidad o por voluntad… allí se quedaron, cerrando la
puerta a los libros, sin darse cuenta de que esta decisión les traería graves
problemas en su escolarización que está basada sobre todo en la lectura. Pronto
aparecieron las dificultades en la lectura de los problemas de matemáticas... O
en la dificultad de sacar la información más importante de un texto de
cualquier materia. O en la dificultad de exponer un tema por carencia de base
escrita.
Otras veces tenemos el problema de la presión entre dos
lenguas, y cuando tenemos menos vocabulario con una que con otra, estos niños
que necesitan ser tan precisos no encuentran las palabras o no saben qué significan...
para ellos, es un lío que pretenden solucionar trabajando únicamente con la
lengua que más dominan y no dando opción a la otra lengua.
Estos niños y jóvenes no lectores de altas capacidades dan
una respuesta que es incorrecta, dicen “no me gusta leer” cuando tendrían que
decir “no sé leer... porque si supiera me encantaría” (un poco como con el
dibujo que también les pasa, hacen un dibujo pero como ese perro dibujado no se
asemeja al perro que piensan muchos suelen dejar de dibujar). Van buscando
otras maneras de informarse, generalmente de manera auditiva o a través de las
imágenes que complementan a las palabras.
Propuesta. Con ellos tenemos que ir muy despacio y partir de
dónde están en lectura, no de su edad. Viviendo la dificultad de la lectura
como una situación y no como un problema. Intentando definir la situación pero sin
poner en evidencia sus carencias, porque sino se van a convertir en ideas
limitantes (ni sé, ni sabré).
Un ejemplo. Con una niña de Segundo de Primaria que había
puesto el freno de mano y ahora presentaba dificultades para la lectura empezamos
haciendo que los padres escribieran cada día una frase en su pizarra que ella
leía cuando se levantaba. En ella ponían información significativa para ella:
qué iban a hacer el fin de semana, mensajes de la abuela, el menú de la cena...
Ella se levantaba y leía la frase por la mañana y se entablaba durante el
desayuno una conversación sobre lo que había leído. Por la tarde, al volver a
casa, hacía un poco de lectura que podía preparar. Al principio sólo dos o tres
líneas y la madre le acababa de leer el cuento (cuentos muy breves). Una vez se
fue sintiendo más segura, ella misma añadía líneas, hasta que al cabo de unos
meses era capaz de preparar y leer todo el cuento. Después, pasamos a textos
breves de preguntas y respuestas, siempre dándole un tiempo para prepararlos.
Aquí aparecía más información. A la vez, pactamos con la maestra que no la
haría leer en voz alta en clase, a menos de que ella lo viera muy claro y lo
pidiera. En algún momento, pactaron la lectura de un enunciado breve que pudo
preparar. El éxito, la sonrisa de la maestra y su felicitación, en privado, el darse
cuenta de la superación, fue importante para la seguridad de la niña. Poco a
poco, fue cogiendo destreza y seguridad. En los textos muchas palabras se
repiten y esto también le dio seguridad. Trabajamos con cuentos de lectura
fácil para no encontrarnos palabras difíciles o historias enrevesadas. Costó
más de un curso de trabajo paralelo pero consiguió tener un buen nivel de lectura.
Hoy, ya en Tercero de ESO, nadie diría que de pequeña tuvo problemas de
lectura.
Otro ejemplo. Un alumno de Cuarto había ido escondiendo sus
dificultades. Memorizaba textos que habían leído los compañeros, inventaba
palabras viendo las primeras letras, a la vez no quería leer en voz alta en
clase porque cometía muchos errores. Para acercarlo a la lectura también fuimos
donde él estaba y en este caso nos ayudamos de sus intereses. Le presentamos una
colección de libros de animales que eran para Ciclo Inicial a pesar de que él ya
estaba en Cuarto. En los libros encontrábamos frases cortas, vocabulario básico
pero con información que muchas veces desconocía. Hablamos con él y quedamos
que él ya era de Cuarto pero que su lectura se había quedado en el Ciclo
Inicial y la teníamos que poner en marcha y hacerla crecer. No hacía falta que
lo supiera nadie y este entrenamiento con los libros de animales los leía en su
casa. Eran sencillos, le aportaban información que él desconocía. Tenían unas
fotografías muy bonitas. Él pensó que necesitaba hacer un pequeño diccionario
con las palabras nuevas y empezó a trabajar el tema. Sólo escribía las palabras
porque ya sabía lo que significaban (al principio no hacía falta que escribiese
más) y a veces las repasaba. Poco a poco, fue cogiendo seguridad. Fuimos
subiendo el nivel y él, que ahora ya veía que era posible, empezó a leer textos
más largos y complejos. Pasamos a un libro de Frank de la Jungla que leía con
su hermana mayor. (el lenguaje era mucho más complicado y el leerlo en compañía
le ayudó a no tener que parar e ir constantemente al diccionario). Costó un
poco salir de sus intereses y pasar a lo que se le pedía en clase. La rigidez,
muy a menudo les juega malas pasadas. Nuevamente la colaboración y complicidad
de la maestra comentando con él sus progresos y no haciéndole leer en clase
hasta que estuvo preparado fue esencial. Darle más exposición, si cree que no
está preparado sólo consigue más cierre y más negación ante el hecho de leer.
Cuidado. Con los niños y jóvenes que no tienen las habilidades
necesarias para poder disfrutar de la lectura no hay que insistir en las
bondades de la lectura o la presión para que lea. Estos alumnos no suelen
funcionar por imposición pero si ellos consiguen querer una cosa nos tendremos
que apartar porque quizás se convertirá, contra todo pronóstico, en su
actuación principal. Una chica de Primero de ESO se esconde en la hora del
patio para poder leer un rato porque sus profesores le han dicho que el tiempo
de patio es tiempo de relación y no para leer, pero ella ha encontrado un rincón
en el patio bajo la rampa donde está protegida de las miradas inquisidoras y
puede leer tranquila. Lo hemos hablado muchas veces. Ahora ya no pasa todo el
tiempo de patio leyendo, pero sí diez minutos o un cuarto de hora, y después
cierra el libro y hace “relación social”. La relaja. Cuando se sienta más
segura y vea la necesidad de la relación social desplazará su libro que ahora
ha descubierto a otro tiempo. La presión no ayuda nunca con estos niños y
jóvenes. Su cerebro nos entiende siempre pero su cuerpo no siempre está
dispuesto a hacer el que el cerebro ve como bueno.
Actividades colaterales. Con los más pequeños, y con los mayores también, los juegos
de lenguaje (palabras encadenadas; deletrear; hacer pareados; adivinar objetos,
personas o animales diciendo características o haciendo preguntas; buscar
sinónimos o antónimos, hacer frases largas diciendo cada cual una palabra...)
son una buena herramienta cuando empezamos por su nivel y vamos subiendo.
Cuando no pierde siempre, cuando no lo ponemos en evidencia, cuando lo animamos
a preparar respuestas para cuando surjan las preguntas... Cuando le damos
herramientas, o les ayudamos a ver como lo hace para poderlo replicar.
Más actividades colaterales. Escuchar textos bien leídos siempre es interesante, pero no
se pueden quedar aquí. Tienen que practicar la lectura. Para los alumnos de
altas capacidades practicar siempre del mismo modo se les hace difícil,
aburrido; y lo abandonan o intentan abandonar. Tenemos que ser más listos que
ellos porque es por su bien. Ponernos en su piel y buscar “zanahorias sabrosas”...
es nuestro trabajo porque sabemos que necesitarán leer para su vida, quizás
académica, o simplemente para disfrutar de la lectura en su tiempo de ocio. No
tendrían que cerrar esta puerta que les puede aportar tanto por el miedo al
error, su rigidez, la hipersensibilidad, la necesidad de recompensa
inmediata...
Sabemos que llega un día cuando encuentran su libro, cuando
tienen las herramientas y habilidades, que todo cambia y se convierten en buenos
lectores. Nuestro trabajo, como padres y docentes, es prepararlo todo para este
momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario