Una característica que comparten muchos niños y jóvenes de altas capacidades es la literalidad. Cuando hablamos de este tema siempre recuerdo una niña que en aquel momento hacía Primero de Primaria. Fue a buscar a su maestra para explicarle que las amigas le habían dicho algo que le había hecho daño. Lloraba desesperadamente abrazada a su tutora. En aquel momento la maestra hizo una pregunta que a simple vista era inocente “como tienes el corazón?”. Ella se separó, se enjugó las lágrimas y dijo con voz clara “latiendo, como siempre. Dos ventrículos y dos aurículas trabajando sin cesar.” La maestra no sabía cómo aguantarse la risa. La parte cognitiva había cogido el timón desbancando a la parte emocional. Sí, la literalidad no les permite ver el doble sentido en un momento determinado. Anula el resto de funciones.
Este tema nos da mil anécdotas diferentes de todas las
edades.
Un niño de Segundo de Primaria empieza a mostrarse triste a casa, rebaja
su ingesta de alimentos (come mucho menos de lo que era habitual), a la
pregunta de la madre la respuesta siempre es “no me pasa nada” (respuesta muy
frecuente con la intención de no preocupar a la familia). Pero estaba claro que
pasaba algo... En una de mis sesiones me explicó que un día la maestra le dijo:
“la próxima que hagas X, volverás a Primero”. Él tenía claro que podía atrasar la
próxima vez pero estaba claro que habría una próxima vez (determinismo lógico) y se tenía que
preparar. Incluso tenía dentro del armario una mochila con sus libros del año
pasado para cuando llegara el momento. Para él era cuestión de tiempo… Hablé
rápidamente con la maestra. Y sí, lo había dicho, pero como tantas cosas. Era
un niño muy intenso y la maestra, a pesar de estar en mi top 3, un día no pudo
más y le dijo aquella frase que él no supo descodificar como “para, intenta portarte
bien, intenta hacer el trabajo, intenta no enfadar a los compañeros...” y se
quedó con la literalidad. Hablaron los dos, y con la madre, y le explicaron a
él de nuevo que no todo lo que decimos los mayores tiene que tomarlo al pie de
la letra. Le presentamos un recurso nuevo para él: le dijimos que cuando
encuentre algo que sea muy exagerado lo explique a la madre que ella le ayudará
a ver si es verdad o si es una expresión que tiene otro significado. A menudo
no son capaces de leer según el contexto. Pueden entender un doble sentido en
un momento determinado, y a la vez quedar atrapados por la literalidad.
Un niño de Tercero de Primaria no había oído nunca a su madre
decirle que quería que mantuviera sus zapatos limpios, pero él sabía que la
madre valoraba mucho este detalle. Cada vez que había llovido, o que hacía
mucho de tiempo que no lo hacía (por barro o por polvo), él hacía lo imposible
para no salir al patio. El patio de esta escuela era fantástico, era un bosque.
La maestra no sabía cómo leer aquellos dolores de barriga sólo durante el
tiempo de patio, aquellas confesiones en el aula a lo largo de la hora del
patio, aquellos quedarse en el baño durante todo el rato... La maestra no era
capaz de encontrar el denominador común de estos comportamientos. Hablando con
él conseguimos, por fin, saber cuál era el problema. Todo se solucionó
ofreciéndole una toallita para limpiar los zapatos, cuando lo necesitara. Buff,
lo sufrimos mucho. Ahora, a menudo pregunto por la ropa o por los zapatos
porque es mucho más frecuente del que parece. Algunos tienen la necesidad de
gustar a sus adultos de referencia y lo hacen con toda la intensidad.
Esta vez es una chica de Sexto de Primaria, y ella ha tenido
una discusión fuerte con su amiga que ha acabado diciéndole que no la quiere
ver nunca más y que no le dirija la palabra. Por la tarde, al llegar la chica a
casa habla con su madre para pedir/exigir un cambio de centro urgente. La madre
no entiende nada, porque la niña estaba contenta en la escuela con los
maestros, con los compañeros y con las cosas que aprendía. Costó mucho
encontrar el motivo de aquel cambio, pero la chica veía que si no se tenía que
encontrar con su amiga ni dirigirle la palabra; esto solo sería posible si ella
marchaba e iba a otra escuela.
Un chico de Tercero de ESO se encuentra con una pregunta de
examen en la que tiene que escribir el CD en unas frases. En lugar de
descodificar Complemento Directo, él descodifica Compact Disc. Hace todas las
frases con el CD que él pensaba. La profesora le retorna el examen con un gran
interrogante y la expresión “¿Qué has hecho?”. Él no entiende nada, porque siente
que ha hecho estrictamente lo que le pedían (según él). Si no tiene más
explicación, él no puede entender qué ha pasado, por qué se le ha escapado
aquel punto del examen cuando él ha hecho todas las frases, y algunas eran muy
enrevesadas porque no tenían demasiado sentido. A pesar de que llevaba muy
preparado el examen y conocía perfectamente la terminología, en aquel momento
no lo relacionó (a veces van demasiado deprisa).
Cómo veis esta situación les puede asaltar en cualquier
momento, y a menudo no caen que es un problema de descodificación y
literalidad. Por eso necesitamos una muy buena comunicación en casa para
confirmar lo que nos “chirrie”... e ir haciendo una detección personal de estos
casos porque se suelen repetir. Cada persona tiene un estilo propio y una
manera de ligar los acontecimientos. Y dice el dicho que “quien lo tiene al
nacer no lo deja al crecer” (a menos que se ponga a trabajarlo seriamente).
Muchos adultos de altas capacidades siguen necesitando de la complicidad de sus
parejas o sus amigos para contrastar situaciones que leen de manera literal y
condicionan sus acciones o preocupaciones.
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